Si evita la lectura, le cuesta concentrarse, mantener la atención, se fatiga cuando hace tareas en visión próxima o nota que tarda en ver nítido cuando mira lejos o cerca es probable que su sistema acomodativo esté estresado.
La acomodación es la capacidad de enfoque de nuestro sistema visual. Es decir, la capacidad de ver nítidamente los objetos a diferentes distancias. Si hay un correcto funcionamiento, el mecanismo de acomodación permite realizar cambios de enfoque de forma precisa y rápida. Sin embargo, este sistema frecuentemente se ve alterado por algunos hábitos en visión próxima, como el uso prolongado de dispositivos electrónicos, la lectura con un tamaño de letra pequeña o las malas posturas en distancias de trabajo cortas, entre otros.
Podemos realizar cambios de enfoque y obtener imágenes nítidas gracias al cristalino, una “lente” que tenemos de forma natural en el interior del ojo. Esta “lente” cambia de potencia – se “abomba” o se “adelgaza” – según la distancia a la que esté situado el objeto que estamos mirando. Un pequeño músculo llamado músculo ciliar se encarga de tensar o dejar laxos los ligamentos que unen a este con el cristalino para así, hacer efectivo el cambio de potencia. Cuando el músculo se relaja los ligamentos se tensan y el cristalino disminuye la potencia. En cambio, cuando el músculo se contrae los ligamentos se quedan laxos y se da un aumento de potencia. Para hacerse una idea, las dioptrías del cristalino cuando enfocamos un objeto lejano son aproximadamente 19. Mientras que si queremos enfocar un objeto situado a 10cm del ojo, la potencia aumenta hasta unas 30 dioptrías. Cuando enfocamos un objeto cercano, además del cambio de potencia del cristalino, también se constriñen las pupilas (miosis) y se pone en marcha la convergencia. Esta triple actuación se denomina tríada proximal.
El sistema visual no está preparado para soportar un trabajo prolongado en visión próxima. El cambio de costumbres y hábitos en los humanos ha hecho que la función acomodativa sea de vital importancia en el día a día. Pero el sobreesfuerzo al que sometemos dicho sistema cuando llevamos a cabo tareas de cerca de forma sostenida produce estrés visual, que conlleva algunos síntomas como visión borrosa, cansancio visual, diplopia (visión doble) o supresión de la información de un ojo. Este estrés llega a dominar las funciones fisiológicas del organismo: produce una activación del sistema nervioso simpático que altera el ritmo cardíaco, libera adrenalina, dilata los bronquios, aumenta la presión arterial y dilata las pupilas. La dilatación de la pupila, a su vez, en relación a la tríada proximal, provoca un exceso de convergencia para lograr la demanda acomodativa. Se produce, pues, un círculo vicioso que hace que la capacidad de enfoque disminuya cada vez más y se pueda dar lugar a una disfunción acomodativa como el exceso de acomodación, la insuficiencia de acomodación, la baja flexibilidad acomodativa, la parálisis o el espasmo acomodativo.
En condiciones en que no funciona correctamente la acomodación se ponen de manifiesto algunos signos y síntomas:
- Aversión a hacer tareas de cerca
- Evita leer
- Tiene problemas para concentrarse
- Visión doble (diplopia)
- Fatiga después de hacer tareas en visión próxima
- Visión borrosa cuando lee o cuando mira de lejos
- Dolor de cabeza
- Lagrimeo excesivo cuando lee
- Errores frecuentes al leer o escribir
- Cambios en la graduación (refracción): normalmente se manifiesta una pseudomiopía
Los trastornos de la acomodación, tan comunes en la actualidad, normalmente se pueden tratar mediante ejercicios de terapia visual encaminados a integrar las habilidades acomodativas. Como consecuencia, los síntomas descritos anteriormente desaparecen y, con ello, el estrés visual asociado a los problemas de enfoque.